FAMILIA
Aún en tiempo de crisis, guarda su corazón
Por: Oriana Gómez
En circunstancias como las que vivimos hoy en día, como padres, estamos en constante búsqueda de estrategias para promover el bienestar de nuestros hijos. Sin embargo, estas estrategias parecieran quedarse cortas en momentos en los que no entendemos su comportamiento. Nuestros hijos pueden pasar fácilmente de la risa al llanto y pueden estar siendo afectados por situaciones tanto internas como externas. Es por esto que se hace necesario detenernos y examinar la importancia de una parte del desarrollo de nuestros hijos que en ocasiones parecemos olvidar: su salud mental y emocional.
“Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” Lucas 2:52.
Es imposible que una persona puede hallar gracia delante de los hombres si su corazón está lastimado. Debemos tener en cuenta que así como Jesús creció de una manera integral en cada área de su vida y halló gracia delante de los hombres, como padres debemos velar para que el desarrollo en la vida de nuestros hijos sea similar.
A través de su palabra, Dios nos invita a cuidar el corazón de nuestros hijos, y para hacerlo es importante tener en cuenta en primera instancia procurar nuestra salud mental y emocional (Meditar en la palabra, buscar la dirección de Dios y tener tiempo de calidad para ti mismo, son algunas ideas para comenzar).
Como podemos hacer esto por nuestros hijos:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” Proverbios 4.23.
1. Guarda tu mente:
¿Qué es lo que está ocupando la mayor parte del día tus pensamientos? Ten cuidado con lo que oyes y con lo que ves. En ocasiones algunas de las cosas que escuchamos pueden llenarnos de temor y este temor puede ser trasmitido a nuestros hijos a través de nuestra actitud. Cuida tu mente porque tus pensamientos determinan tus acciones.
¡Es tiempo para que tus pensamientos estén alineados con la palabra de Dios!
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” Isaías 26:3.
2. Guarda tus palabras:
¿Qué es aquello que más confiesas? ¿Qué es lo que declaras sobre las circunstancias? ¿Sobre la vida de tus hijos?
Normalmente, anhelamos tener hijos ejemplares, pero algunas veces lo que les decimos a ellos es contrario a lo que deseamos. Un comportamiento no define quién es tu hijo, así que ¡cuidado con las etiquetas!
Sé claro con las directrices que das a tus hijos, háblales de lo que esperas que hagan, no de lo que NO quieres que hagan.
Reconoce sus cualidades, diles cuando lo hagan bien, elógialos y cuando sea el momento de corregir: para, respira y piensa antes lo que debes decir. El enojo nunca es bueno para corregir, siempre corrígelos con amor.
Evita trasmitir temor en lo que dices, aunque estén haciendo otra actividad, te pueden escuchar.
3. Guarda tus actitudes:
¿Cuál es tu actitud hacia las personas con quien vives?
Nuestros hijos aprenden más de nuestro ejemplo que de aquello que les decimos, edúcalos en el servicio, delegándoles tareas en el hogar.
Ten tiempo para reflexionar en la Palabra e involúcralos.
Planea momentos para compartir en familia y si tienes varios hijos organiza tu tiempo para que también puedan compartir con ellos de forma individual. Esfuérzate por ser ese tipo de hombre o mujer que deseas que tu hijo o hija llegue a ser.
Cuando comenzó la pandemia y tuvimos el tiempo de aislamiento obligatorio, por mi mente pasaron muchas cosas. Al igual que todos, fuimos al supermercado a abastecernos con lo que creíamos sería suficiente, hicimos un cambio en la organización de los muebles para beneficiar el espacio a nuestros niños y la adecuación de un espacio para el trabajo en casa.
Pero con el pasar de los días, cuando empezamos a extrañar a nuestros seres queridos, lo “suficiente” se volvió insuficiente, en ese momento recibí una gran lección de mi hijo de tres años, quien me recordó que la felicidad está hecha de pequeños momentos, que componen un todo, ese todo lo terminamos definiendo con la palabra amor. En un momento en que muchos niños estaban angustiados, mi hijo repetía constantemente: “mami, estoy feliz” y de tanto escucharlo fue en un instante cuando entendí que teniendo a Dios y a nuestra familia ya tenemos más que suficiente, que lo fundamental no está en supermercados, está en nuestro corazón.
No importa lo que estés pasando en casa, los niños no recordarán tanto el tiempo de crisis, como recordaran lo que vivieron en ese tiempo en su hogar. Que aún en medio de la crisis podamos construir recuerdos que nuestros hijos puedan atesorar.
Siempre, es el mejor momento para guardarles el corazón.
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